El año nuevo, es llave de esperanza, es posibilidad de realización, en ensoñación y señorío de cada ser humano, de ser artífice de su cambio y crecimiento, tanto como de poder solucionar y resolver sus angustias y las de quienes le rodean.
Un nuevo fin de año nos encuentra en este espacio de comunicación, y como el año anterior, retomamos el camino de la reflexión para fortalecer el encuentro, que dentro de cada familia y en la sociedad toda debemos esforzarnos por alcanzar.
Suena ello como una utopía en nuestra realidad argentina, donde nuevos síntomas sociológicos de expresión y de presión, se ponen en ejercicio dejando en un relativismo las instituciones propias de la democracia social, la justicia y los poderes propios del Estado. Asistimos a una nueva forma de relación sin canon, ni reglas, frente a la cual algunos son indiferentes, otros lo explotan en su beneficios políticos y otros someten a quienes más necesitan.
Hemos dicho en reiteradas ocasiones, de la importancia de atender a quien nos demanda de nuestra asistencia, a quienes irrumpen en el cono de luz de la sociedad desde la pobreza, que en casos se manifiesta como extrema miseria, y donde los valores necesarios de la democracia no se ejercen plenamente en todos los ciudadanos, por lo que entiendo necesario recuperar para nuestro sereno balance el lugar que damos a:
* la persona humana, sin distinción alguna, como sujeto digno en cualquier situación en que se encuentre
* la libertad y el ejercicio responsable por parte de todos, especialmente por quienes ejercen el poder en cualquiera de sus formas.
* la verdad, tanto como la honestidad con la que la transmitimos, compartimos y accedemos a su conocimiento
* el sentido que le damos al Bien Común, como prioridad de todos y no de unos pocos
* la importancia que le damos al encuentro dialógico, tanto con amigos como con adversarios, arbitrando medios que no ofendan, compartiendo ideas, y generando la paz como condición básica de la convivencia en una sociedad democrática que no está vacía de los valores absolutos, de las convicciones firmes y de principios indominables.
Comparto con quienes lo han sostenido en diversos tratados, que el relativismo es el principal vicio de una sociedad que se precia de ser libre, democrática y respetuosa de los derechos del hombre en todas sus dimensiones, porque él relativismo conduce a una democracia vacía, a una sociedad sin canon, que no es garantía de nada, ni de nadie, por lo que es preciso reconocer, en estos tiempos de la Navidad y de la novedad de un nuevo año que debemos buscar la formas, de sentarnos en torno de la verdad que nos libera de la atmósfera irrespirable del subjetivismo y del mero sometimiento a las opiniones dominantes.
Navidad es un desafío a la amistad, por lo tanto al encuentro sincero, a la entrega y a la donación solidaria para con el otro, a la comprensión sincera que es la verdad el único bien que podemos compartir y transformarlo en cimiento de una sociedad sin conflictos, discriminaciones y sectarismo, que hacen padecer a unos y otros en la injusta confrontación, propia de los pocos que son incluidos y de los muchos que sufren el ser excluido de la legitimación de derechos reales a la dignidad, por el trabajo, que ennoblece al ser humano.
El año nuevo, es llave de esperanza, es posibilidad de realización, en ensoñación y señorío de cada ser humano, de ser artífice de su cambio y crecimiento, tanto como de poder solucionar y resolver sus angustias y las de quienes le rodean.
Estoy plenamente convencido, que si nos disponemos con humildad a la reflexión y el encuentro, esta Navidad hacia fuera de nosotros y el tránsito al nuevo año ha de ser que la realidad sea otra, que las cosas cambien, no como utopías irrealizables, sino como certezas posibles en un mundo que nos es propiamente justo.
Que el encuentro, la verdad, el diálogo y la serena reflexión nos brinden Paz y Bien para transitar el nuevo almanaque del 2011. Con afecto sincero mis deseos profundos de una Navidad en familia y de un año de esperanzas.
* Por Hugo H. Pais para Noticiauno